Comprender la información nutricional de los alimentos puede volver más simple y
provechoso el esfuerzo cotidiano por cuidarnos.
Dar vuelta un envase, pasar la mirada del
frente al dorso de los productos, es una actitud simple que nos da la
posibilidad de consumir más salud en el momento de comprar, más allá del
marketing y sus necesidades. Un pequeño aprendizaje será necesario, así como
llevar anteojos o una lupa si hiciera falta. ¿Por qué ayuda saber interpretar las etiquetas?
Hay muchos productos que siendo buenos no lo advierten. Si usted, por ejemplo, necesita consumir alimentos con poca sal, de 100 productos bajos en sodio probablemente sólo 10 o 20 digan “sin sal”, el resto los tiene que descubrir mirando, leyendo, comparando. Por el contrario, la mayoría de los productos que tienen exceso de alguna sustancia (como grasas o sodio) generalmente tampoco lo aclaran.
En conclusión, si uno no comprende la información nutricional puede pasar que se limite por las dudas o que consuma lo que no le hace bien.
Tomemos el ejemplo de los fideos con tuco. Llegan visitas inesperadas...¡Y la mitad de los comensales tiene presión alta! Miro en la alacena y en la despensa del barrio: sólo encuentro latas y más latas. Pienso: “¡Estarán llenas de sal!”.
Pero leyendo las etiquetas ¿qué sucede? La mayoría de los tomates envasados (enteros, purés) tienen poca sal, es decir poco sodio. Los fideos secos también, prácticamente no tienen sal. Pero en ningún caso dice en el envase “sin sal”.
Ahora que me decidí a mirar. Los pacientes nos cuentan otras dudas que surgen: “Voy a la góndola, leo en la etiqueta donde me informa que tiene 48 miligramos de sodio cada 100 gramos del producto ¡Esto tiene sal, no lo puedo comer!”
Sin embargo, lo correcto es lo contrario. Con 48mg. se considera un alimento BAJO EN SAL. El código alimentario argentino establece que los alimentos bajos en sal son aquellos que contienen hasta 120mg. cada 100grs. de producto. En el caso mencionado, la etiqueta podría decir “sin sodio” o “bajo en sal”. Pero no lo hace, no es una obligación hacerlo.
Reconocer cuánto es mucho, poco, poquito o nada es de gran utilidad: ¿Cómo aprendemos a deshojar esta margarita si no nos gusta la matemática?
Un ejercicio interesante, comparar productos similares. Por ejemplo, dos paquetes de galletitas entre sí; o tomates entre sí; o arvejas entre sí. O como los lectores propusieron investigar en esta revista: vasos de leche con vasos de yogur.
Comparemos estas latas. Si una lata de tomate contiene 12mg. y la otra 48mg de sodio. ¿Cuál va a elegir? La respuesta intuitiva sería la de 12mg., sin embargo la correcta es la que le guste más o la que sea más económica. Ambas están por debajo de 120mg. cada 100grs. Las dos son bajas en sodio y esta diferencia es muy, muy pequeña, no vale la pena guiarse por ella porque sólo ahorraría 36mg. de sodio si consume 100grs. Esto es como ahorrar muy pocos centavos. Para ver el contraste, piense que 100grs. de harina leudante tienen 800mg, lo mismo que 100grs. de pan.
Busque diferencias significativas. En otras dos latas, una contiene 33mg. de sodio y la otra 480mg. (como tienen generalmente las salsas envasadas tipo pomarola, las arvejas, legumbres etc.). Elija la que tiene menos, la otra excede claramente el límite de 120mg. La diferencia entre ambas es grande, de 450mg. de sodio. En el caso de las grasas se suele dar una situación similar, la cantidad puede variar entre 4 y 15 gramos por cada 100grs. del producto.
Una experiencia que se puede trasmitir La lectura de etiquetas es ejemplo de un aprendizaje sumamente útil para la vida cotidiana, como saber calcular un vuelto o leer un cartel indicador. Combina conocimientos previos, sólidos pero sencillos, con el potencial del aprendizaje ubicuo -el que se realiza en el lugar mismo que se va a usar la información- de modo tal que se facilita tanto la adquisición como la aplicación del conocimiento.
Nos gustaría que este saber sea transmisible, que usted le pueda contar a un amigo, a un allegado cómo comprar mejor, hacer más fácil unos fideos
Fuente: Hospital Italiano de Buenos Aires, Dr. Carlos Galarza